jueves, 24 de mayo de 2012

Cuando le vi por primera vez

¡¡Ringg!!
El despertador común que despierta a todos por igual sonó de forma estridente en la cabeza de todos los alumnos, ese despertador que la directora actual había puesto para asegurar que todos los alumnos se levantaran a la hora, sin tener la escusa de lo siento el despertador no sonó, método que siempre había funcionado durante su regencia y del que ella estaba orgullosa.
Tamara tardo en levantarse, ¿Qué hora era? Miró su reloj de reojo las siete menos cinco, recordó las normas que había leído ayer en cuanto Ashita la dejo en su habitación después de una explicación sobre cómo funcionaban las cosas ahí. Lo primero el horario seis horas normales por la mañana de lunes a viernes, por las tardes dos de estudio y luego los fines de semana, tanto el domingo como el lunes por la mañana habían tres horas de estudio de asistencia  obligatoria. Eso sin contar las innumerables normas que parecían imitar a la historia interminable, solo con el titulo de las 30 hojas con normas ya daba la sesación de interinable,”Las Normas básicas a seguir para el correcto funcionamiento de esta escuela”. La primera frase que había salido de la boca de Tamara y que dejó a sus compañeras de habitación contrariadas fue “sácame el ojo que no sé vivir” frase que se utilizaba mucho en su instituto, tal vez demasiado, se utilizaba sobre todo cuando algo te sobrepasaba y no eras capaz de creerte lo.
Miró el uniforme sonriente, siempre le habían gustado los uniformes y este le parecía especialmente bonito, una falda roja lisa de tablas no muy corta, pero que no le cubría ni las rodillas, una camisa blanca con un lazo negro en el cuello, una chaqueta roja con decorativos negros, unos zapatos también negros y unos calcetines que le cubrían hasta la rodilla a rombos blancos, rojos y negros. Se lo puso con rapidez ya que el desayuno lo repartían en la cafetería a las siete y veinticinco, ni un minoto más tarde, eso se lo había dejado bien claro Ashita, quien aseguraba tener una caja de galletas escondida, porque claro la comida en las habitaciones esta prohíbida, para emergencias, Tamara se lo había tomado a broma, pero Ashita decía la verdad, en un baúl con ropa, abajo del todo en un falso fondo había una caja de galletas y dinero por si se llegaba tarde a la comida. La alarma del reloj de muñeca de Tamara sonó eran las siete y cuarto y no había hecho la cama, la dejó sin hacer total no la iban a crucificar por no hacerla, se dirigió a la puerta y una de sus compañeras de habitación la detuvo.

- ¡Espera! No puedes irte sin hacer la cama, mientras desayunamos hacen una revisión y las camas deben estar hechas- a Tamara le sorprendió que se preocupara por ella, aunque no fuera gran cosa, se giró le echó una mirada dulce como agradecimiento y se presentó.


- Soy Ardura-san, pero puedes llamarme Tamara-san o Tama-sam que suena mejor, a no ser que te parezca mal como a la directora - se mofó Tamara con aire despreocupado mientras iba hacía la cama para hacerla.


- Me gusta Tama-san - sonrió- Yo soy Rika-san, encantada de conocerte- le dedicó una leve inclinación como era costumbre, y Tamara le dedicó otra como muestra de saludo, Rika se quedo quieta cuando Tamara se volvió para terminar de hacer la cama, se mordía el labio indecisa, estaba ansiosa por saber tanto sobre otros países, quería hacerle un millón de preguntas sobre como era España, ¿era verdad que siempre estaban de fiesta? Pero no podía decírselo así como así, sería una falta de educación, en lugar de eso la esperaría y por el camino a la cafetería, pero apenas podía contener sus palabras en la boca, Tamara que había terminado de hacer la cama se había dado cuenta del conflicto interno que tenía su compañera de cuarto.


-Si quieres decirme o preguntarme algo, no me importa, me encanta hablar de lo que sea y con quien sea- Tamara se sentía cómoda con ella, era más abierta que Munia, pero no tan rebelde como Otani, bueno Ashita, aunque le sonaba mejor Otani-kun, Rika era más como ella... Si, posiblemente fuera así.


- ¿Eh? A... Bueno me gustaría que contaras como era tu antiguo colegio, como es España, ¿el mediterráneo es tan bonito como dicen? - se paró en seco, le daba la sensación de que estaba hablando demasiado y demasiado rápido, pero tenía tantas ganas de saber... - Perdón estoy un poco entusiasmada - sonrió con calidez ante la sonrisa despreocupada de Tamara, una de sus compañeras se habría sentido ofendida por la curiosidad insana, pero Tamara era diferente eso estaba seguro.


- Eso es mucho que contar, ¿por que no vamos a desayunar y te lo cuento?- Tamara se encaminó a la puerta y la abrió esperando a que Rika saliera primero. Ambas se agarraron del brazo como si fueran amigas de toda la vida y fueron hacía la cafetería entre risas.


Una vez estuvieron sentadas en la mesa y con su bandeja de comida Tamara cumplió su promesa y le contestó como mejor sabía.


- Bueno empezaré por lo más simple, mi colegio, es totalmente distinto a este, también es antiguo pero esta peor conservado tiene un taller de radio, se hacen programas que se cuelgan en Internet. Lo de más es normalito, sala de audiovisuales, biblioteca enana y un salón de actos también enano. Y bueno la cafetería que tiene un mural que me encanta del Demonio de Tasmania.


- ¿Y como es donde vives?¿Vives en Madrid o en Barcelona?- Rika estaba entusiasmada con todo lo que Tamara le contaba, para ella que le hablaran de lugares lejanos era como una droga, cuanto más sabia más quería saber.


-Bueno yo vivo en el norte, no es tan cálido como el mediterráneo, ni tiene aguas cristalinas, pero sus prados son los más verdes que he visto, el mar es grisáceo acorde al cielo, la mayoría del año encapotado, tiene un clima húmedo que hace que mi pelo se encrespe y sea difícil peinarlo, y la lluvia que en los días más señalados se encargaba de estropearme todos los peinados, pero que se va a hacer - sonrió - Aun así me encanta el olor del asfalto mojado, es como el olor de un permanente hay gente que le encnta o el de la gasolina que a mi me revuelve el estomago más que las berzas -se rió de forma poco llamativa, todo estaba en tanto silencio que si lo hubiera hecho un poco más alto todos la habrían mirado fijamente por alterar esa calma.


- Suena estupendamente, a mi me encantaría viajar, pero primero tengo que terminar mis estudios y ser alguien de provecho como mi padre y como hará mi hermana.- a Tamara le parecía una típica tradición familiar que le arruina la vida a alguno de los descendientes que quiere hacer algo diferente.- Deberíamos irnos dentro de diez minutos comienzan las clases y tienes que ver en que clase estas.-


Salimos enseguida de el comedor que era verdaderamente grande y luminoso. Los pasillos estaban igual de iluminados, se notaba demasiado que era un colegio de privado de los más caros, había tenido demasiada suerte de haber acabado en este instituto. Por desgracias no estaba en la misma clase que Rika, pero si en la misma que Otani, que por lo visto tenía una fama malísima aunque yo la encontraba de lo más divertida.


Al entrar vi algo que jamás había visto una clase ordenada con la gente en sus asientos libreta y utensilios necesarios para la materia sacados y un murmullo relajante, no unos gritos ensordecedores, me hubiera gustado sentarme a un lado de Otani, pero en ese sitio se encontraba un chico con el que hablaba muy animadamente, aunque no como lo hacemos en España, no hablaban alto, hablaban muy bajo como si estuvieran hablando de un secreto de estado. Me conformé con sentarme detrás de ella, cuando me vio me sacó la lengua y yo la respondí con una sonrisa y un guiño, ya me sentía como en casa, increíble pero cierto. Las formalidades continuaron, si entraba el profesor todos nos poníamos en pie y le saludábamos y lo mismo cuando se iba. La entrada de cada profesor iba acompañado de esto y de una aclaración de Otani que hacía rimas con las características de cada profesor, procuré no reírme, hubiera quedado realmente mal, pero tampoco se percataron mucho de que estaba allí los profesores ni siquiera me miraban más que a los demás, era casi invisible, exactamente como en casa.
Las clases terminaron y como no sabía como pedir ir al baño en japonés me estuve aguantando las 5 horas seguidas, ¿aquí no se hacía un descanso nunca? Cogí mis cosas u salí corriendo, ni siquiera sabia donde estaba el baño, pero yo corría, con la mala suerte de que un chaval se puso en medio como si hubiera salido de la nada y choque con él, yo me caí, él solo se dedicó a mirarme con asco un leve tss y continuó su camino.
- ¡No me ayudes, estoy bien! ¡Así da gusto ser nueva!- le grité enfadada, pero bueno... ¿qué se creía ese pendejo? No seguí por que a lo lejos vi la tierra prometida, el baño de chicas, gracias al cielo, recogí mis libros, pero me faltaba uno, no lo veía, de pronto una mano me lo ofreció era el chico con el que antes había chocado, al parecer me había escuchado, me levante con orgullo y agarré el libro con desdén.
- Gracias, muy amable - dije con un tono que se notaba forzado.
- Ya no puedes tener queja de mi, te he ayudado - Me quede perpleja, ¿se creía el perfecto ciudadano? Pasé por alto este accidente y por fin pude ir al servicio que no se ni como aguanté.


Volviendo a las habitaciones para dejar los libros e ir a comer me encontré con Otani.
- Cada vez me caes mejor, tu primer día de clase y ya has dejado mal al alumno estrella - No entendía que quería decir Otani, ¿De qué alumno estrella hablaba? La expresión de mi cara dio a entender mis pensamientos y ella enseguida se aclaró - El chaval con el que chocaste, es el alumno que mejores notas saca y también el más rico de todos con diferencia, es un marginado que solo piensa en los estudios y en ser el perfecto alumno, y entre las virtudes de un alumno está ayudar a los demás, cuando pasó de ayudarte, algo así como "su honor" fue destruido, ooh.. si hubieras visto la cara que se le quedó cuando te escuchó, grandioso- La cara de sádica que se le había quedado a Otani era épica, y daba miedo, pero no pude evitar reírme.
-¿Por eso? En España lo llamamos decir la vedad, lo raro es que halla venido a ayudarme- Otani rió conmigo. Al entrar en la habitación vi a Rika que sonreí esperándome, pero al ver a Otani que me acompañaba la sonrisa se le borró, bueno más bien la cambió por una más artificial y falsa.
- Hola Tamara, ¿qué tal tus clases? - ignoró completamente a Otani y esta la imitó, se sentó en mi cama y esperó a que terminará mi cháchara con Rika, algo por lo que me sentí realmente mal.
- Bien, aquí todo es distinto, sois muy tranquilos y ordenados, pero también hay bordes - reí - a Otani le pareció gracioso que el contestará.
- ¿A quién?- Parecía que Rika se divertía, no sabía como me alegraba era tan dinámica tan alegre, se parecía mucho a mi.
- No...- Otani me cortó para explicarse ella
- Mizshuki-kun - espetó como si fuera un nombre solemne - Ella se cayó por su culpa y él no la ayudó, y lo mejor de todo ella le gritó - Rika se quedó casi paralizada. - Menos mal que no te escuchó ningún profesor, solo te faltaba meterte en un lío el primer día- Rika suspiró aliviada.
- ¿Qué pasa?- No me enteraba de nada, yo no había hecho nada fuera de lo común.
- El padre de Mizshuki es uno de los mayores inversores del colegio, si alguien le sopla en la cara es ridículamente castigado, gilipolleces de la directora que le tiene en un pedestal- se notaba que Otani conocía bien a Mizsh... Como se diga.
- Increíble..- no podía decir otra palabra.
- Tu lo has dicho - Rika asintió conmigo y como si nunca se hubieran mirado mal Otani y Rika comenzaron hablar entre ellas, todas nos reímos juntas, y me sentía gusto allí, entre dos personas maravillosas que me tenía como una reliquia de otro mundo que había que cuidar e informar de los últimos cotilleos en el caso de Rika. Ese día, el primer día, fue cuando le vi por primera vez, fue cuando comencé a tener mi grupo de amigos, el único grupo de personas que me ha entendido a la perfección y yo a ellos.


Pensamientos de Munia:
Seguí a la nueva temerosa de que armará alboroto, para mi sorpresa actuó como una alumna más, hasta que llegó el accidente, no pude creer lo que vi, nadie dijo nada, por lo que opté por darle otra oportunidad pero si algo le pasa a ese niño las inversiones de su padre podrían disminuir y la calidad de las instalaciones disminuiría, si, todo debía seguir como hasta ahora, todo estaba organizado calculado, todo era seguro y perfecto, nadie debía cambiar ni un centímetro de su sitio. 






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